domingo, 2 de agosto de 2020

GRANADA, CAMINO DE LA GLORIA.

La Calle de la Gloria:
"entreconventos"

Dedicada a mis padres, vivieron en esta calle

Cierto es que las cosas buenas han de degustarse, y por mucho que se hable de ellas, sin no se prueban, pues como si nada.
Como dirían los de “Marte y trece”, si hay que ir se va, pero ir “pa ná”, pues como que no.
Un “pionono”, si no lo pruebas, pues como que no. Te lo podré describir, hacerte la boca agua describiéndote su textura y paladar, pero si no has probado un pionono difícilmente podré hacerte sentir que es.
El reto de esta etiqueta es hacerte vibrar por Granada, que sueñes con ella, que desees oír tus pasos por sus calles desiertas, dejar embriagada tu retina con sus vistas.

Que bien describió esta sensación Henri Matisse, cuando decía que Granada emociona hasta deshacer y fundir todos los sentidos, y más cuando lo experimentas donde menos lo esperas, al doblar una esquina, al girar la cabeza o al volverte sobre tus propios pasos por una calle que no tiene salida.
Granada es para sorprenderse.
Horas enteras estaría en esta pequeña placita, solitaria. Dejando que me hable el agua al caer en la fuente, mientras que con los ojos cerrados evoco recuerdos de antaño.
Está en el tramo final de la Calle de la Gloria, a su salida a San Juan de los Reyes antes de las escaleritas, esa estrecha calle que haciendo esquina con el Convento de las Bernardas, nace enfrente de San Pedro y San Pablo.
Y déjate llevar por los sentidos.

Un saludo desde Granada. 
Paco H.

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