Hace unos días, más o menos sobre las
17:00 horas, suena el timbre de la casa.
Dos chicas, una de ellas con una PDA
en mano, y sin dejarme prácticamente hablar, una de ellas me empieza a hablar
de la tarifa de la luz.
Cuando consigo que se calle y me deja
meter baza, le pregunta que quién es, de parte de quién y para que está en la
puerta de mi casa hablándome de lo obsoleta que es la tarifa que tengo
contratada con ENDESA.
Me enseña una tarjeta que no me da tiempo
a leer y me dice que su compañera no tiene, que solo está viendo (la verdad es que no respiró).
La cuestión era que tenía una tarifa tan
antigua, que no podía acogerme a las nuevas ventajas de las tarifas modernas, y
que si no me cambiaba, la compañía me aplicaría por defecto una, normalmente la
más beneficiosa para ellos y no para mí.
La primera
idea que se me pasó por la cabeza fue decirles adiós y cerrarles la puerta,
¿quién eran ellas para violentar la tranquilidad de mi casa y poner en cuestión
mi gestión domiciliaria de la luz?
Pero no lo
hice, como buenamente pude, y todo lo correcto que pude, les dí las gracias y
les dije que no solía hacer gestiones a pie de calle, que cuando necesitaba
algo llamaba a mi compañía, planteaba la duda y me ponía en sus manos. No hubo
demasiada resistencia, y después de unos momentos de ver que no había nada que
hacer se fueron.
Hasta aquí
todo normal.
Pero como no
estoy escarmentado, y creo que el servicio público, en el bien común, en la
profesionalidad de quién me atiende, y que no siempre impera el negocio dura y
puro, eché mano de la última factura de ENDESA, con quién tengo contratado el
suministro de electricidad y llamé para ver que había de cierto en aquello.
Y ahí mi
gran error.
Tengo que
confesaros que aún me produce estrés marcar teléfonos de información, atención
al cliente, reclamaciones… fue tan fuerte, intenso, agobiante… tan humillante,
deprimente, infamante… las llamadas al 1004 que si puedo evito utilizar estos
servicios.
Pero ya os
digo, volví a caer y pensar que el servicio de atención al cliente está para
eso, para atender al cliente,
Y no para
liarlo, para llevarlo al huerto, para hacer que caiga en la trampa y que quede
atrapado en la gigantesca red, de donde cuesta trabajo salir.
La verdad
que me quedé con varias dudas al irse la chica de la puerta.
¿Estaré
pagando más por la electricidad que consumo?
¿Habrá una tarifa más beneficiosa?
¿Tendrá esto
que ver con el “contador inteligente” que hace unos días me han instalado?
Marco el
número de intención al cliente que aparecía en la factura. Me lié, no me dio
tiempo a retener la primera pregunta que sugería el 1 sin saber que seguía con
el dos y después el tres.
Me armo de
paciencia y vuelvo a marcar: quería hablar con
una persona, un ser humano, un interlocutor válido y no una máquina.
A la tercera
conseguí que me atendiera una señorita. Al final casi llegaba a echar de menos
la máquina, pues no entendía lo que le preguntaba sobre si mi contrato estaba
obsoleto y necesitaba cambiarlo, que una señorita en nombre de ENDESA, había
pretendido que cambiara la forma de facturación.
Sé que puede
parecer un poco rollo todo esto, pero así fue.
Al final, no
sé si por quitarme de en medio, o por que no era competencia suya, me dijo que
me pasaba con un compañero.
Aquí
musiquilla.
Espera.
Por fin
vuelvo a hablar con otro ser humano (omito la nacionalidad por no ofender a
nadie).
Explico la
situación.
Rápidamente
la entiende.
No tengo
necesidad de cambiar la tarifa. Me dio alegría, pues las Compañías tendrían que
premiar la fidelidad y no penalizarla.
Pero, y aquí
comenzó el absurdo, me ofrecía un descuento del 10 por ciento, la verdad que no
me enteré bien en que concepto, por un servicio de mantenimiento incluido un “manitas
“qué iría dos horas al año por si tenía que cambiar una bombilla o un enchufes (creo
recordar que dos servicios).
Aquí ya no
conseguí enterarme: un descuento, una rebaja, el primer años, después ya no…
total, por cinco miserables euros que me lo iban a descontar el primer año de
la potencia, otra trampa, no era de la factura, sino de la potencia.
Y va el tío
y me cuelga cuando le digo que no lo entiendo, que si no es un descuento si
tengo que pagarlo por otro lado, que puede ser que el primer año ni me entere,
y cuando pase un año ¿quién se va a dar cuenta del recibo?
Igual me he enrollado
un poco, pero así fue.
Cuidadín con
las OFERTAS SOBRE DESCUENTOS EL PRIMER AÑO, al final terminas pagando más sin
darte cuenta.
Al final me
libré de picar, sigo con mi tarifa obsoleta (se me quedó el palabro). Cambio
mis bombillas cuando se funden, si es necesario puedo cambiar un enchufe. Y Cuando
necesito otro tipo de servicio, llamo a un electricista. Y me he ahorrado un mínimo
de 5 euros al mes por el manitas. Tendrán cara.
Un saludo desde Granada.
Paco H.
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