Algo parecido a lo de los ríos de
Granada, que de dos se pasan a cinco, ocurre con las colinas de Granada. Y ahí
también cuesta trabajo ponerse de acuerdo. Pues cuando hablamos con cualquiera
de las colinas de Granada, rápidamente se nos viene a la mente el Albayzin y la
Alhambra y en ellas englobamos todo un conglomerado geológico que hace única y
original a la ciudad de Granada.
Quizás sea todo fruto del imaginario
colectivo que ha ido confeccionando en nuestro recuerdo que Granada, como Roma,
está fundada sobre siete colinas, como un bello lienzo que un pintor ha pintado
que con el Veleta como fondo, ha reflejado
sobre la ciudad una paleta de colores y
luces infinitas que puede embriagar al más exigente de sus admiradores.
Aunque me reafirmo que Granada se eleva sobre siete colinas como poco a poco iremos descubriendo.
Aunque me reafirmo que Granada se eleva sobre siete colinas como poco a poco iremos descubriendo.
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Hacia el oeste nos encontramos la Colina de Aynadamar o de la Fuente de
las Lágrimas donde en tiempos de los árabes se encontraban los más ricos
jardines y huertos familiares y de recreo de la nobleza granadina, reconvertido
con los cristianos en la Cartuja de Nuestra Señora de la Asunción y en tiempos
actuales en Campus Universitario.
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En Granada es como si una colina engendrara
a la otra así que pronto nos encontramos en la Colina de San Cristóbal que va rodeando la carretera de Murcia,
dejando a sus pies el Cristo de la Yedra y el Camino de San Antonio hasta llegar al mirador de San Cristóbal, con la iglesia y su aljibe a la espalda, desde alli va perdiendose camino del
Fargue y Huetor Santillan.
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Desde el mirador de San Cristóbal contemplamos
en todo su esplendor la Colina del
Albayzin, un punto y aparte junto a la Alhambra en el conjunto de las
colinas de Granada. Para ir al Albayzin siempre hay que hacerlo a través de
cuestas empinadas que van subiendo bien desde el Arco Elvira, la calle de su
nombre, Plaza Nueva o la Carrera del Darro, a través un entramado de callejuelas
y placitas que nos van introduciendo en un laberinto de cármenes, aljibes,
iglesias y miradores, siempre embriagados por el intenso olor del jazmin, el
verde de la hiedra y el colorido de las bugambillas.
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A espaldas del Albayzin se eleva como un
gigante que lo custodia el Cerro del Aceituno. El tiempo parece
que se ha parado en este mágico entorno de Granada desde la Cruz de Rauda, su
antigua Puerta de Fajalauza y el más elevado de los miradores de Granada que se
abre justo delante en la explanada que nos encontramos delante de la Iglesia de
San Miguel el Alto. Es la Colina que nos encontramos más al norte de la ciudad,
formando ya parte de la Sierra de Huetor Santillán.
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Sin que podamos encontrar una línea divisoria
nos encontramos de lleno en la Colina de
Valparaíso ya a extramuros de la ciudad y en el antiguo camino de Guadix, con
el barrio gitano del Sacromonte y la Abadía de San Cecilio en el monte sagrado
donde encontró la muerte el patrón de Granada.
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Desde San Cristóbal o San Nicolás o
desde el mirador de la Vera de En medio nos encontramos como se yergue sobre
Granada la Colina de la Sabika con
la Alhambra que parece mirar desafiante a la ciudad de Granada. Con 790 metros
de altitud se eleva a la izquierda del Río Darro.
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Por último la Colina del Mauror con Torres Bermejas y el Carmen de los Mártires
al otro lado de la Alhambra y ya cayendo hacia el rio Genil por el Barrio del
Mauror ocupado por los judíos desde antes de la ocupación islámica de la ciudad
y que algunos lo datan desde el siglo I, cuando el Emperador Vespasiano mandó a
Granada un continente de esclavos hebreos con la tarea de batear el dio Genil y
el Cerro del Sol en busca de oro.
Y así hemos completado el este recorrido
por la bella ciudad de Granada a través de las siete colinas que la rodean y
desde las que se pueden completar la belleza inigualable de una ciudad de la
que nunca me cansaré de hablar.
Paco H.
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